Creo que no me equivoco al decir que lo que más les gustó a mis hijos de este viaje fue este maravilloso pueblo suizo.
La historia de nuestra visita a este maravilloso lugar empezó muchos años antes, cuando el padre de las criaturas hicimos un interail por Europa. Eso fue de jóvenes, o mejor dicho, de más jóvenes jajaja...
En aquel pasado remoto no había internet tal como lo conocemos ahora. Así que preparar un interail era poco más o menos que coger un mapa, decidir cuáles era las ciudades o pueblos que íbamos a visitar y poco más. Y eso así de manera más bien aproximada, porque lo importante era llegar a una ciudad e ir corriendo al centro de información turística para saber qué visitar en esa ciudad, donde podíamos dormir y si había algún lugar cerca que valiera la pena visitar. Porque las ciudades... bueno, aún más o menos teníamos una idea de cómo iban a ser, pero los pueblos pequeños, era imposible conseguir información.
Y eso fue lo que nos pasó con Faulensee. Llegamos en tren a Lucerna, que teníamos claro que queríamos conocerla, y nos fuimos al centro de información turística.
Allí nos indicaron cuáles eran los lugares más interesantes de la ciudad, y nos dijeron que para dormir nos recomendaban acercarnos en tren a Faulensee, que valía la pena conocer el pueblo y dormir en el albergue oficial que había allí.
Y eso fue lo que hicimos después de patear Lucerna bien pateada. Cogimos un tren a Faulensee sin saber qué nos íbamos a encontrar. Y lo que nos encontramos nos dejó boquiabiertos. Era el pueblo de Heidi, pero encima con un lago espectacular!!!
Nosotros hicimos el interrail en otoño, así que creo que el paisaje era aún más bonito: árboles de todos los colores por las laderas de esas montañas espectaculares, casas de madera con flores en las ventanas, vacas con su cencerro colgando pastando en unos prados verdísimos. De verdad, el pueblo de Heidi.
Y cuando llegamos al albergue no dábamos crédito: una hermosísima casa de madera con vistas al lago (es la que aparece en la foto de abajo).
Tocamos la puerta, pero nadie abría ni respondía. Nos dimos cuenta de que estaba abierta, así que entramos. No había nadie. La dueña del albergue había salido y dejaba el albergue abierto de par en par. No dábamos crédito. Nos sentamos a esperar en el comedor hasta que llegó, bastante tiempo después. Había una habitación disponible, ¡yupi!
Así que cuando decidimos hacer este viaje con los niños, teníamos claro que iríamos a Faulensee. Estuvimos buscando ese albergue por todas partes para alojarnos allí, pero no lo encontramos. Y es que ahora es una casa particular. El pueblo creció mucho, muchísimo.
Antes había unas pocas casas y, al pie del lago, un restaurante y un hotel junto a un pequeño embarcadero. Ahora hay muchas más casas y ya no se ven las vaquitas con sus cencerros. Pero aún así es un pueblo precioso. Las nuevas construcciones respetan el entorno y la arquitectura tradicional, pero ya no tiene el aire tan bucólico de la primera vez que lo visitamos.
Aún así las cabras quedaron enamorados de este lugar increíble. Se respira una paz y una tranquilidad que son muy de agradecer, el sitio no puede ser más bonito, con esas montañas verdes rodeando el enorme lago de aguas cristalinas.
Cerca de allí está el Junfraujoch, donde está la estación de ferrocarril más alta de Europa. En nuestro viaje anterior a este lugar, aprovechamos para subir allí, ya que con el billete de interrail nos salía bastante barato, solo teníamos que abonar un pequeño sobrecoste.
Cuando fuimos con las cabras, estábamos deseando volver allí otra vez. De verdad que es un sitio increíble. El viaje en tren es una maravilla, pasas por lugares increíbles, como de cuento. En el camino llega un punto en el que el tren va por dentro de la montaña, y en la montaña hay ventanas para que puedas admirar el enorme glaciar desde el tren.
El caso es que subir hasta allí no es nada barato. Y si multiplicábamos por 5 la cosa ya se iba de madre, así que tuvimos que descartar la idea de subir con las cabras al Junfra :-(
Esta zona de los Alpes suizos es otro lugar al que hay que volver. Dedicarle unos días a recorrer esta zona tiene que valer mucho, mucho la pena. Es un sitio mágico.