¡La aventura comienza! La primera noche la haríamos en un hotelucho cerca de Burdeos, pero salimos muy, muy tempranito para poder hacer una parada un poquito larga en la hermosa Donostia.
Lo primero que hicimos fue darnos una caminata por el paseo de La Concha, como no podía ser de otra forma. Llegamos a media tarde y hacía calor, mucho calor. Así que mis chicos, que ya llevaban el bañador puesto, se animaron a darse un buen baño en el Cantábrico.
Más paseo para que los bañadores se fueran secando y para seguir disfrutando de esta bonita ciudad. He de decir que vinieron enamorados de San Sebastián y también de los paisajes del País Vasco que íbamos viendo por el camino. Definitivamente son norteños... Los montes llenos de árboles al lado del mar, son lo suyo...
Los árboles del paseo (ni idea de qué árboles son, ¿alguien sabe el nombre?) estaban preciosos, supongo que en plena floración, parecían pompones rosas jejeje
Cuando los bañadores estuvieron secos, fuimos caminando hacia la zona vieja, porque visitar Euskadi y no probar unos pintxos, debe ser pecado o algo peor jajajaja
Aparte de los pintxos, la zona antigua de Donostia merece una visita para admirarla. Totalmente peatonal, sus iglesias, edificios y locales están restaurados y muy cuidados. Una gozada, de verdad.
Después del picoteo, tocaba ir retirándose... Porque aún nos quedaba un trecho hasta Burdeos. Así que atravesamos el río Urumea para llegar al parking.
Ambas márgenes del río tienen unos preciosos paseos que también vale la pena recorrer, así como sus puentes.
En la placita que había junto al parking (no recuerdo el nombre, la verdad), estaban haciendo una especie de representación sobre el proceso de fabricación de la sidra o algo parecido. Apenas pudimos verla porque se nos hacía tarde, pero al menos me dio tiempo de hacer una fotito jajaja