Si Edimburgo tiene el maravilloso encanto de una ciudad medieval, con edificios antiguos, calles empedradas y hasta un castillo coronando la ciudad, Glasgow es arrebatadoramente cosmopolita.
Por lo visto, en tiempos tenía fama de ser una ciudad gris e industrial, pero desde luego no es la imagen que nosotros nos trajimos de ella. No es una ciudad enorme, pero tiene de todo: se mezcla lo antiguo con lo moderno, está llena de preciosos bares, restaurantes y cafeterías, tiendas de todo tipo, y hay muchísimo ambiente.
Desde luego parece que va a otro ritmo que Edimburgo. Mis hijos y mi marido vinieron enamorados de Glasgow. A mí me encantó, pero Edimburgo ya me había robado el corazón.
Llegamos a Glasgow desde Pitlochry ya por la tarde, la verdad es que teníamos muy poquito tiempo para visitarla, ya que al día siguiente teníamos que regresar a Edimburgo para devolver el coche de alquiler y coger el avión.
Comenzamos nuestra visita por la plaza George Square, donde está ubicado el ayuntamiento de la ciudad, así como varios monumentos, entre ellos este dedicado a los caídos en la Primera Guerra Mundial, y lleno de estas curiosas coronas de amapolas de papel y estas pequeñas cruces de madera, también con una amapola de papel.
Parece que, tras la Primera Guerra Mundial, comenzó a asociarse la amapola con la guerra debido a este poema que se hizo famoso como recuerdo a los caídos en la guerra:
En los campos de Flandes las amapolas crecen
entre la hilera de cruces
que marcan nuestro lecho; y en el cielo
las alondras, aún cantan valientemente, el vuelo
es apenas escuchado entre los cañones de abajo
En los campos de Flandes, John McRae.
A los caídos en guerras posteriores, como la Segunda Guerra Mundial, las Malvinas o la del Golfo, también se les recuerda con amapolas.
Y concretamente estas amapolas de papel las confeccionan los veteranos de guerra y las venden la Real Legión Británica, una organización formada por supervivientes de todas las guerras.
Uno de los iconos de Glasgow es sin duda la estatua del duque de Wellington, situada justo delante de la Galería de Arte Moderno, en la que el duque aparece siempre ataviado con un peculiar sombrero: un cono de tráfico que los habitantes de Glasgow le colocan todas las veces que sea necesario.
Esta costumbre de los vecinos de Glasgow se remonta a los años 80, cuando los jóvenes que estaban de fiesta por las noches, comenzaron a subirse a la estatua a colocar sobre la cabeza del duque el cono, con una intención seguramente mezcla de juerga y de ganas de reírse de este símbolo del poderío militar británico.
El caso es que el ayuntamiento de Glasgow destina cada año más de 12000€ en retirar el cono de la cabeza del duque con una grúa (está a más de 4 metros de altura), pero invariablemente un día no muy lejano, el duque vuelve a aparecer con su curioso tocado.
Había un proyecto de aumentar aún más la altura de la estatua, para que así los ciudadanos no pudieran subir a colocar el cono, pero los glasgweians hicieron manifestaciones, campañas a través de redes sociales, y todo lo que se les ocurrió, para impedirlo. ¡Y lo lograron!
Otra de las cosas que nos llamó la atención, tanto en Glasgow como en Edimburgo, fue ver cómo conservan los nombres de las antiguas tiendas pintadas sobre las fachadas de las casas, como el de la foto de arriba.
No podía faltar una foto delante de una de las famosas cabinas azules de Glasgow, en realidad son antiguas cabinas de policía, que, pintadas de azul, se conservan en el centro de Glasgow. Yo no he visto la serie, pero los seguidores e Dr. Who seguro que sí.
La céntrica y peatonal Buchanan Street está llena de tiendas, centros comerciales y galerías donde poder comprar todo lo que se te ocurra.
La elegante galería Argyll Arcade está dedicadas única y exclusivamente a las joyerías. ¡Y menudas joyerías!
The Light House es un centro de diseño y arquitectura que está ubicado en un edificio diseñado por el arquitecto Charles Rennie Mackintosh, nacido en Glasgow, es el máximo exponente del Art Nouveau en Escocia.
La entrada a The Light House en gratuita y por lo visto su escalera de caracol y las vistas desde su terraza son espectaculares. Nosotros no pudimos entrar, era demasiado temprano cuando pasamos por allí y estaba cerrada.
Las calles de Glasgow constituyen una galería de arte al aire libre. Muy cerca de The Light House, empezamos a ver grafittis maravillosos y enormes cubriendo laterales completos de edificios.
También vale la pena acercarse a Merchant Square (where it never rains), un mercadillo de artesanos que comparten espacio (cubierto) con restaurantes, pubs y cafeterías, en un lugar muy bonito.
Para terminar nuestra visita a esta parte de Glasgow, nos acercamos al río Clyde, en cuya orilla se levanta un monumento a La Pasionaria. Sí, sí, habéis leído bien: un monumento a La Pasionaria en Glasgow, como tributo a Dolores Ibárruri, por supuesto, pero también en recuerdo de todos aquellos hombres y mujeres que fueron a España a luchar contra el fascismo. ¿Tenemos algo así en nuestro país?
Mejor morir de pie que vivir de rodillas
Dolores Ibárruri, La Pasionaria