Después de nuestra visita a Candem (éste es el post), nos fuimos dando un paseo por Regent's Canal.
Es un precioso paseo al borde del canal, un lugar tan tranquilo que parece mentira que estemos en pleno centro de Londres.
En el canal hay montones de casas-barco, que a nosotros que no estamos muy acostumbrados a verlas, nos resultaron muy curiosas.
Por fuera no les falta detalle: están muy bien cuidadas, pintdas y la mayoría tiene plantas y cesto decorándolas.
En buena parte del recorrido se pasea por zonas residenciales y se pueden ver las partes traseras de las casas. Y, si las casas-barco resultan curiosas, muchas de las casas también lo son. Para muestra un botón (o mejor dicho, una vaca jajaja):
En esta casa-barco parece que estaban preparando la comida. O quizás fuera para la calefacción, pero tenían la chimenea encendida, y utilizaban el techo del barco como almacén para la leña.
El paseo conduce directamente al Regent's Park, un enorme parque en el que está situado el zoo. Pero tiene mucho más: es un parque enorme y precioso y en una zona hay un montón de porterías para practicar fútbol. Mis hijos se morían de envidia viendo esas enormes extensiones de césped y encima con porterías jajajaja
Y otro día típicamente londinense con esa niebla.
Aquí cada uno a su bola... La cabra pequeña y el padre mirando tranquilamente los patos. Mientras las cabras mediana y pequeña empiezan a hacer el indio jajaja
Aquí mis cuatro chicos al unísono a carcajada limpia y yo intentando mantener la compostura para poder hacer una foto, que no es nada del otro mundo, ¡pero quería captar este momento!
Muy cerquita del Regent's Park, y ya alejado de la tranquilidad del canal y el parque, está el famosísimo museo de cera Madame Tussaud's.
Éste sí que hay que pagarlo. Y bien pagado. Nosotros ya habíamos comprado las entradas por internet, y aún así tuvimos que hacer un rato de cola para entrar. Yo recomiendo llevarlas compradas, porque sino hay que hacer cola para comprarlas y después cola para entrar, así que al menos te ahorras una cola.
Éso sí, al compralas por internet hay que indicar la fecha y la hora a la que vas a ir, así que hay que llevar esa visita bien planificada.
Y bueno, la mayoría de los personajes están muy bien hechos, la verdad. Lo malo es la cantidad de gente que hay.
Cuando salimos del museo de cera ya era casi de noche y encima llovía, así que decidimos coger el metro e ir a visitar el Museo Británico.
El Museo Británico es gigante, inabarcable. Así que lo mejor es planificar un poco la visita antes de ir. Tener claro qué zona es la que queremos ver y centrarnos en éso, porque sino es imposible.
Su entrada es completamente gratuita, pero ojo con los horarios, ¡que estamos en Londres!
En el año 2000 se reabrió el museo después de una reforma que llevó a cabo Norman Foster: la cubierta acristalada que cubre un enorme patio que ahora hace las veces de vestíbulo para todas las demás zonas.
En este patio hay bancos y zonas de descanso. Pero es tal la cantidad de gente que hay, que lo más normal es ver gente sentada en el suelo descansando un rato (nosotros mismos).
Nosotros nos centramos en las secciones de Grecia y de Egipto (que es la más importante del mundo, después de la del Museo de El Cairo)
Tiene una colección de momias y sacófagos impresionante, además de montones de esculturas, partes completas de templos, etc.
La foto de abajo es del Monumento de las Nereidas, que es un recinto funerario espectacular.
Yo no soy ninguna experta en historia ni en arte, pero de verdad pone los pelos de punta ver todo esto desde tan cerca.
Sin duda uno de los tesoros más importantes que alberga el museo es la famosa Piedra Rosetta.
La piedra Rosetta es un fragmento de una piedra mayor que tenía tallado un decreto del faraón Ptolomeo V del año 196 a.c. El decreto está inscrito en escrituras diferentes: En la parte superior con jeroglíficos egipcios, en el medio en griego demótico y en la parte inferior en griego clásico.
Gracias al hallazgo de esta piedra se pudo descifrar el significado de los jeroglíficos, ya que el uso de este tipo de escritura se fue perdiendo y a partir del s. IV a.c. muy pocos egipcios eran capaces de entenderla.