En Laxe (ayuntamiento de Ponteceso), el río Anllóns desemboca en la ría de Corme-Laxe formando un estuario de aguas turquesas y grandes extensiones de arena llamadas dunas de Barra.
Nosotros nos alojamos en el Hotel Monte Blanco (esta es su web). Es un sencillo hotel familiar que está muy bien. Los dueños son una pareja encantadora que estuvieron pendientes de todo lo que pudiésemos necesitar. Nosotros nos alojamos en una habitación que en realidad era como un pequeño apartamento: un pequeño recibidor con sillones, dos habitaciones y dos baños. ¡Nunca en mi vida había estado en un hotel con una habitación tan grande!
El hotel tiene unas vistas privilegiadas a este estuario desde la zona de comedor, que es totalmente acristalada.
También hay un paseo muy bien acondicionado que va bordeando el estuario, y es desde donde hice estas fotos.
Después de dar un pequeño paseo, pusimos rumbo a Muxía. Allí nos fuimos directos a visitar el Santuario da Virxe da Barca, que está situado en una zona espectacular, pergado al mar.
La iglesia estaba cerrada, pero me asomé y entre los barrotes pude hacer una fotito.
Esta iglesia fue reabierta el año pasado después de que en el año 2013 se incendiara por culpa de un rayo.
Como decía, esta iglesia está muy cerquita del mar y tuvimos suerte de que el día, aunque hacía bastante viento, estaba despejado y tranquilo. En días de temporal el mar llega a barrer todo el espacio entre la iglesia y el mar y bate contra la misma.
Es una zona rocosa muy bonita y los niños se lo pasaron en grande haciendo un poco el cabra, que siempre sienta bien.
Es en esta parte donde se encuentra la famosa Pedra de Abalar ( al menos famosa por aquí, jaja) que es una enorme piedra plana que pendulaba al subirse varias personas en ella. Digo pendulaba porque ahora está rota (se rompió en el 78 por un temporal que la movió de sitio y aunque se reparó varias veces, otras tanta se ha roto).
Os cuento esto y habeis de fiaros de mí, ya que no tengo foto de la piedra tan famosa, jeje. Un pequeño fallo sin importancia alguna, ¿verdad?
Como en toda la Costa da Morte el paisaje natural es impresionante y la fuerza de la naturaleza, y más concretamente del mar y del viento, se manifiesta en cada recodo, en cada saliente.
Nos hace darnos cuenta de lo pequeños que somos, y eso no está nunca de más que nos lo recuerden.