Hace un par de años que hicimos esta excursión a estos paraísos cercanos. Que muchas veces, como tenemos las cosas cerca, no las visitamos. Lo vamos dejando... Y pasan un montón de años sin visitarlas. Y sin duda el castro de Santa Tegra merece una visita. Y no solo el castro, hay mucho más que ver en Santa Tegra.
Em monte de Santa Tegra está en A Guarda. Es muy fácil llegar, todo está muy bien señalizado. Lo más complicado es aparcar. Se puede dejar el coche abajo, que hay más sitio, y subir caminando, pero es una buena tirada.
Lo primero que se ve son las cruces del Vía Crucis.
En la parte más alta del monte está la ermita de Santa Tegra, que fue construida en el siglo XII.
No sé si es habitual, pero el día que fuimos nosotros, había un gaiteiro que llenaba todo el monte con su música, ¡una maravilla!
Desde lo alto del monte Santa Tegra se puede ver la desembocadura del Miño y buena parte de la costa atlántica. Si encima tenemos la suerte de ir con un día claro y despejado como el que nos tocó a nosotros, es un espectáculo.
Un poco más abajo está el castro, que fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931. Por lo visto el campo estuvo habitado entre los siglos 1 a.C. y 1 d. C.
Actualmente hay dos cabañas reconstruidas, para que nos hagamos un idea de cómo eran realmente.
Después de pasar buena parte de la mañana en Santa Tegra, cruzamos la frontera para ir a comer a Caminha. La verdad es que a mi me encanta Portugal. Creo que sus pueblos y ciudades tienen un encanto especial. Por no hablar de su bacalao jajajaja... Así que para mí es una suerte tenerlo tan cerca.
Era la primera vez que íbamos a Caminha. Es un pueblo pequeño, pero muy bonito y lleno de detalles.
A la vuelta aún nos dio tiempo a hacer una paradita en Valença do Minho para comprar unas toallas jajaja... Y ya que estábamos, los niños aprovecharon para jugar un rato.
Y la verdad es que con el día de calor que hacía, se estaba de maravilla jugando sobre la hierba a la sombra de esos árboles enormes.