Nuestra primera mañana en París nos tocó pasarla separados. Mi hermana y su familia querían conocer el Museo del Louvre, y como nosotros ya lo conocíamos, decidimos ir al Museo D'Orsay, al que nunca habíamos ido.
Nosotros ya habíamos comprado las entradas on line en la web el museo. Aún así madrugamos para ahorrarnos la cola de acceso, y la verdad es que hicimos bien. No solo por la cola, sino porque el número de visitantes a primera hora de la mañana es mucho menor y es una maravilla visitar el museo con poca gente.
Desde la parada del metro fuimos dando un pase y pudimos ver Les Invalides (foto de abajo), que inicialmente se construyó para dar cobijo a los soldados y militares franceses inválidos que se quedaban sin hogar o pasaban dificultades. Años más tarde, los restos de Napoleón fueron trasladados allí. También los restos de su hijo, Napoleón II, y los de su hermano José I de España (Pepe Botella) descansan en este espectacular edificio.
Justo delante de Les Invalides se encuentra el majestuoso puente de Alejandro III (en la foto de arriba), uno de los más largos de París, que cruza el Sena y une la zona de Les Invalides con el conjunto arquitectónico formado por el Petit Palais y el Grand Palais.
Cuando por fin entramos al museo, me llamó mucho la atención la amplitud y la luz maravillosa que tiene. Y es que el edificio que alberga al Museo D'Orsay es una antigua estación de tren, construida para la Exposición Universal de París en el año 1900.
El Museo D'Orsay conserva y expone la mayor colección de pintores impresionistas y postimpresionistas del mundo. Sin duda uno de los más conocidos en Vincent van Gogh, del que hay 23 obras, una de las cuales es este autorretrato, que en cuanto lo vi me recordó a alguien jajajaja... ¿qué opinais?
No es que yo sea ninguna entendida en arte, y creo que precisamente por eso, la pintura que más me gusta es la de los impresionistas y postimpresionistas. Esa luz, esos colores...
Una de las pinturas que más me llamó la atención fue Los acuchilladores de parqué, de Gustave Caillebotte. No la conocía y me encantó.
No solo las pinturas y esculturas son espectaculares en este museo. El edificio en sí mismo, así como el restaurante y la cafetería son para pararse a admirarlos.
El café Campana (en la foto de abajo) está situado junto a uno de los enormes relojes del edificio. Se llama así porque fue diseñado por los hermanos Campana, que por lo visto son unos conocidos diseñadores brasileños. Aquí también se puede comer ensaldas y otros platos sencillos.
Junto al café Campana se encuentra la terraza, que tiene unas vistas espectaculares al Sena y al parque de las Tullerías y el Museo del Louvre.
Y al fondo, en la cima, la famosa Sacre Coeur, tan fotogénica con ese perfil tan característico.
En el último piso, después de todas las salas de pintura, hay una sala con unos sillones para descansar y allí hay otro imponente reloj, que además tiene un cristal transparente, así que se pueden ver las maravillosas vistas a través de él.
¡Es tan fotogénico! La foto que encabeza este post también está hecha ahí, y es una de mis fotos preferidas. Gracias a que llegamos a primera hora, pudimos llegar al famoso reloj antes que las docenas de visitantes que se asoman a admirar sus vistas y a hacer montones de fotos. La verdad es que tuve mucha suerte porque no había nadie cuando llegamos. Le pedí a mis chicos que se pusieran delante para hacer una foto, pero estaban demasiado cómodos en el sillón, menos mal que el pequeño me hizo caso y que no se puso a posar, sino que se tiró en el suelo a seguir descansando (ya habíamos pateado una buena parte del museo).
Cuando los demás decidieron levantarse y ponerse junto al reloj ya tuvieron que compartir plano con unos cuantos visitantes más.