Después de pasar el día en Amarante (post), nos fuimos a Oporto. Llegamos para dar un paseo al anochecer y cenar allí.
Oporto es una ciudad con un encanto especial. Tiene la típica decadencia de las ciudades portuguesas, pero se notan los esfuerzos por conservarla. Además allí puedes encontrar de todo, desde pequeños talleres artesanales, hasta enormes centros comerciales con todas las tiendas de moda.
Pero sin duda yo prefiero callejear por el centro y descubrir tiendas diferentes y con encanto, que en Oporto hay muchas.
Me encantan la cantidad de detalles bonitos que salpican las calles de esta ciudad, como los armarios de telecomunicaciones pintados así de bonitos:
O muchos de sus edificios, tan decorados:
La calle comercial por excelencia en Oporto es Santa Caterina, así que allá nos fuimos a patearla un rato.
Y está bien, pero demasiado concurrida para mi gusto jejeje. Y las tiendas no me llamaron especialmente la atención, preferí fijarme en otros detalles...
En esa calle está el archifamoso Café Majestic. El Café Majestic es una maravillosa cafetería de estilo Art Decó que abrió sus puertas en el año 1921. Entre 1964 y 1980 estuvo cerrada, hasta que el estado la declaró Patrimonio Cultural y fue restaurada.
Nosotros no entramos, ya que parece que no es muy apta para presupuestos ajustados. Además de café y demás bebidas también sirven comidas y dulces.
Parece que es muy complicado encontrar mesa libre. Y me lo creo. Cuando fuimos nosotros había tanta gente que hasta me resultó imposible hacer una foto en la que se viera aunque fuera mínimamente la preciosa fachada, así que me tuve que conformar con la marquesina.
Las calles perpendiculares a la Rua de Santa Catarina tienen a menudo establecimientos más curiosos:
Nuestra siguiente parada fue el Mercado do Bolhao.
El Mercado do Bolhao fue construido en 1914. Y desde entonces allí se vende carne, pescado, fruta y demás tipos de comida, así como otros productos, como flores o artículos para la casa.
Entrar en este mercado es como retroceder 50 ó 60 años en el tiempo. Creo que este lugar contiene la ensencia misma de Oporto: decandecia en estado puro, y al mismo tiempo un encanto que no es fácil encontrar en otros lugares. Cosas que sólo ocurren en Portugal, me parece a mi.
Es una pena, pero el edificio se está cayendo, literalmente. En muchos sitios está apuntalado con andamios y columnas. Parece que hace ya años que está prevista su restauración, pero claro, corren malos tiempos para estas cosas :-(
Espero que pronto puedan arreglarlo. Y espero que consigan hacerlo de tal manera que conserve ese encanto que tiene.
Al salir del mercado, nos dirigimos a la Praça da Batalha, donde se encuentra la Iglesia de San Ildefonso, completamente decorada con los típicos azulejos portugueses.
Desde allí nos dirigimos al Puente de D. Luis, que es el puente de hierro que atraviesa el río Duero y que une Oporto con Vila Nova de Gaia, que es la zona en la que están la bodegas del conocidísimo vino de Oporto.
El puente tiene dos alturas. Nosotros ya habíamos cruzado por abajo en otras visitas a Oporto, pero nunca antes habíamos ido por la parte de arriba hasta esa vez. Y la verdad es que tiene unas vistas muy chulas.
A continuación volvimos callejeando por los barrios viejos de Oporto, y mirando hacia arriba para disfrutar de esos azulejos que visten casi todos los edificios.
No podía faltar una visita a la Catedral (Sé en portugués)...
Ni al barrio en el que está situada.
Y así, en medio de toda esa decadencia, ¡una tienda espectacular! Esto es Portugal. Y a mi me encanta :-)