Después de subir a la Torre Eiffel, cogimos el metro para ir a las catacumbas de París. Les habíamos comprado a los niños unas guías de París y hablaban de ellas, así que tenían curiosidad.
Pero cuando llegamos allí había una cola monumental. Como éramos muchos, lo que hicimos fue ir turnándonos, así, mientras mi hermana y mi cuñado se quedaron haciendo cola, los niños, los adolescentes y nosotros nos acercamos a conocer el cementerio de Montparnasse, que estaba muy cerquita de allí.
La verdad es que no es un cementerio especialmente bonito. Llama la atención que está en medio de la ciudad, y se ven los rascacielos al fondo. Has montones de árboles frondosos, pero bueno... poco más, para mi gusto.
La fama de este cementerio se debe a que hay muchos personajes importantes enterrados aquí. Entre ellos Samuel Becket, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir... y Julio Cortázar, cuya tumba encontramos. En realidad no se trata de una tumba, sino de tres, ya que allí descansan también su última esposa, Carol Dunlop, y la primera, traductora y escritora argentina Aurora Bernárdez.
La lápida tumba de Julio Cortázar es una creación del artista Luis Tomasello y la adorna una escultura del artista Julio Silva, ambos amigos del escritor. Por lo visto la escultura representa un cronopio.
Al salir del cementerio me encontré con esta maravillosa pareja. Me pareció que eran madre e hijo, pero quién sabe. Me llamó la atención el cariño con el que se trataban, y la coqueteria de la señora, tan humilde y sin embargo sin perder la elegancia, una elegancia tan francesa, además.
De camino a las catacumbas no pudimos resistir la tentación de tomarnos un helado en una heladera italiana, y por lo visto estaban buenísimos.
Ahí en el medio me podéis ver, junto a las dos dependientas con su uniforme de rayas tan francés, en esa preciosa pastelería. ¡Para una foto en la que salgo, permitidme que os avise para que os fijéis!
¡Alto! Este es el imperio de la muerte
Así reza la inscripción a la entrada del osario en las catacumbas. Y tiene toda la razón: aquí descansan los restos de más de 6 millones de personas. Increíble, pero cierto.
A principios del siglo XIII comenzaron a construirse en París las primeras galerías subterráneas de las canteras de la ciudad, de donde se extraía la piedra para construir los edificios. A medida que la ciudad fue creciendo, se fueron abandonando estas canteras, hasta que en 1775 se prohibió toda actividad en las mismas, ya que se producían muchos hundimientos.
Unos años más tarde, el rey Luis XVI ordenó inspeccionar y reparar la red de túneles, y se aprovecharon para trasladar allí los restos óseos del antiguo cementerio de los Santos Inocentes, y años después se fueron trasladando los de otros cementerios. Y es que los cementerios de París estaban ya colapsados.
Al principio los huesos eran simplemente amontonados sin orden ni concierto, hasta que en 1814 decidieron clasificar y ordenar los husos para que fueran expuestos al público.
Puede que esta visita parezca un poco macabra, pero lo cierto es que es una de las "atracciones" que más visitantes tiene en París. Por eso hay colas de más de dos horas (como la que hicimos nosotros), ya que en el interior de las catacumbas no puede haber más de 200 personas, así que hay que esperar a que unos salgan para que los siguientes puedan ir entrando.
Se pueden comprar las entras por internet en su página web.