Después de estos días negros que pasamos en el norte, tenía ganas de un poquito de ecología. Porque está claro que hay muchas cosas que han fallado en el tema de los incendios. Y no solo el otro día, sino siempre.
Pero tengo una cosa clara: lo más importante es que nos falla la base, la educación, la consciencia de que nuestra riqueza está en todos y cada uno de los árboles, ríos, playas y mares. De Galicia por supuesto, pero también del mundo. Pero si ya no nos preocupamos de cuidar lo que tenemos cerca, como para pensar en lo que está a miles de kilómetros...
Y para educar, todos sabemos que hay que hacerlo desde pequeños. Disfrutando con ellos de la naturaleza para que sientan que es SU casa, y que como tal hay que cuidarla. Y también hablando con ellos, leyendo libros y viendo pelis según sus edades.
Y para peques, creo que Lorax. En busca de la trúfula perdida es una gran película. Está basado en un libro de Theodor Seuss Geisel, un escritor y dibujante estadounidense que firma con el seudónimo de Dr. Seuss. Todos sus libros rebosan imaginación y color. Y al mismo tiempo tratan temas profundos de forma muy divertida para los niños.
El protagonista de la película es un niño de 12 años que vive en una ciudad completamente artificial. Aparentemente muy mono, con todo lo necesario, pero artificial. En su mundo acotado no existen las plantas. Hasta el aire se vende embotellado. Y todo por intereses económicos, claro. El caso es que el niño se enamora de una chica y el sueño de esta chica es ver un árbol de verdad. Así que el protagonista, decidido a enamorar a su amada, logra salir de su ciudad animado por su abuela y lo que ve en el exterior no le gusta nada: un paisaje seco y yermo. Ni rastro de ningún árbol.
El chico da con un anciano que accede a contarle su historia. La historia de cuando el mundo estaba lleno de árboles y de color. Pero por su culpa, por no saber ver lo que se venía encima, porque, aunque no tenía malas intenciones, se dejó llevar por el consumismo y el dinero y acabó con todos los árboles y plantas. En aquella época se le había aparecido una especie de duende, Lorax, que es como la conciencia que todos tenemos y que deberíamos escuchar siempre.
Después de conocer la historia, logra su cometido: llevarle una trúfula a su enamorada y lograr que todo cambie.
Y como canción para acompañar, pues una que no tiene nada que ver con la película aparentemente. Pero a mí en la primera que se me viene a la cabeza cuando veo estos destrozos que causamos a nosa terriña. Porque, como sigamos así, sí que vamos a decir "adiós ríos, adiós fontes..." pero para siempre.